POR: Carlos Henriquez Ing. Civil.

A mi madre Germania del Carmen Marte Santana, maestra ejemplar de pasadas generaciones.

La situación de violencia dentro de los centros educativos del país, es muy delicada. El auge de las redes sociales han puesto al desnudo una situación que está más que alarmando a la población, colocándola dentro de unas de sus múltiples realidades, la cual necesariamente nos tienen que poner a pensar como padre o tutores de ese adolescente o niño que cada día va hasta la escuela a recibir el llamado pan de la enseñanza.

La violencia dentro de los centros educativos no es de ahora. Es una malvada herencia que data de muchos años. En aquel entonces las autoridades correspondientes no supieron o quisieron ponerle la debida atención, y lamentablemente el monstruo ha crecido y para bien de la sociedad dominicana, se hace necesario su extirpación y/o su dominio.

Pecan de inconscientes, aquellos que a diario vemos por las diversas redes o medios de comunicación, echándole la culpa a las presentes autoridades, llámese gobierno o Ministerio de Educación, o a los maestros, cuando todos sabemos en dónde está el problema primario.

Lo mejor aún todavía es, que también podríamos tener la fórmula para si no erradicarla, por lo menos minimizarla a su máxima expresión, y es, cada quien ejercer sus responsabilidades de cara a la solución a este gran problema.

Como ingeniero de profesión, hijo de una maestra de vocación, la profesora Germania del Carmen Marte Santana, la que por espacio de más de 30 años sirvió al sistema educativo a través de la enseñanza desde la Escuela Primaria, María Josefa Gómez, de Salcedo, me debo sentir más que incómodo estupefacto, alarmado.

Al observar esta realidad, nos sentimos hasta con cierto temor al ver hacia dónde marchamos si no corregimos ahora al monstruo de 7 cabezas como lo es la indisciplina escolar que se está viviendo dentro de los diversos planteles, principalmente de los niveles secundarios y primarios, del sector público.

No pasa una semana sin que los diversos medios de comunicación, los que por las numerosas plataformas digitales hacen vida a través de las informaciones, sin que se detalle o denuncie que en tal o cual ciudad del país (y con videos colgando de las redes), hubo peleas.

En los mismos hemos observado, que han salido a relucir armas blancas, y en donde hasta heridos han salido, como fue el caso recientemente de mi pueblo Salcedo, en el liceo Ramón Arsenio Alba, de la comunidad de Las Caoba, cuando un adolescente agredió a otro con un arma punzo-cortante, en un brazo, en medio de una pelea, cuando todos bien sabemos, del empeño que muestran las autoridades de dicho plantel, por mantener la disciplina.

Otro caso de violencia que se ha estado dando, es en Tenares, también de mi provincia Hermanas Mirabal, en donde de manera esporádicas, se han venido dando enfrentamientos, primero verbales y luego físicos, entre los estudiantes de la zona urbana y los de las lomas, por cuestiones que según nos hemos enterado por los medios, no tienen razón de ser.

Pero de igual manera, en San Juan de la Maguana se han conocido casos en donde estudiantes y profesores se han ido a las trompadas, en La Romana los medios han reseñado violencia dentro de planteles educativos, en Puerto Plata por igual, en fin, la lista es inmensa…

Sin embargo, esta no es una realidad que muy a pesar del auge de las diversas redes sociales, que es por donde se han estado filtrando el grueso de las informaciones de violencia dentro de los centros educativos, se podría decir que es de ahora. El problema es viejo.

Pero ahora es que debemos actuar y no dejar sola a las autoridades. Debemos trabajar en pos de la erradicación y/o minimización de la misma, ya que es un serio compromiso que debemos asumirlo, primero los padres de familia como núcleo primario, y luego, los diversos sectores de nuestra sociedad.

Los padres y sus responsabilidades

Resulta muy cuesta arriba, ver el grado de indiferencia de muchos padres de los adolescentes alumnos, los cuales, se muestran no solo indiferentes ante el problema, sino que hasta se ha sabido que estos son agentes propiciadores de la violencia a través del morbo y la mala crianza que algunos les dan a sus vástagos.

Antes, cuando yo era estudiante, era muy socorrida la frase, de que los maestros eran nuestros segundos padres, y por lo tanto había que respetarlo como tal, lo que generaba algún tipo de confianza entre los educadores y educandos.

La situación era tal, que cuando un maestro nos llamaba a la atención, o cuando nos corregía con una vara o nos daba un reglazo, cuando el muchacho iba a denunciar o a contarles a sus padres, al otro día, estos iban de manera responsables, se presentaban ante el maestro a indagar y sin mediar palabras con el hijo.

Ya en frente al maestro, el estudiante, era probable que en medio de todo se le reprimiera, o se les daban “par de trallazos”, por indisciplinado o en su defecto, cuando este llegaba a la casa, se le diera una pela, y así, se llevaba el mensaje de que al maestro había que respetarlo.

Ahora no sucede igual. Ahora el estudiante se porta muy mal. El profesor se le cansa la garganta llamándolo a la atención El educador no puede ni siquiera hablarle duro a ese estudiante, porque hay un código que en vez de darle fortaleza a la educación dentro de las aulas, le quita el valor agregado que bien pudieran tener los métodos para llevar la sana disciplina hasta los educandos.

Pero lo más peor es, que muchos padres, cuando reciben quejas de sus hijos, “se arman de valor”, van a las escuelas, y en tono de bravuconerías, hasta desafían al maestro, en donde hasta se han dado caso de peleas entre padres y maestros, lo que ha llevado un mal mensaje, el cual ha contribuido enormemente para que los hechos de violencias dentro de los centros se hayan incrementado.

Temor

Nuestro temor es, que estos hechos de violencia que se están desarrollando de manera muy esporádicas dentro de muchos de los centros educativos del país, un día de esto puedan salir de control y ser llevados a nuestros barrios, comunidades o parajes, y mal pudiera ocurrir una desgracia que muchos lamentaríamos.

Por eso, es hora de actuar ahora, uniéndonos todos, con nuestras voluntades e ideas y no ver colores políticos, color de piel o credo religiosos, si no, ver el problema como una solución para la construcción de un mundo mejor.

La disciplina debe volver a las escuelas. El maestro debe recobrar su autoridad. Los padres debemos ver en los educadores a nuestros mejores aliados y no verlo como simple recipientes hasta dónde van nuestros hijos para “salir de ellos”, sino, que todos convertirnos en fieros aliados para hacer de nuestros centros, el lugar perfecto no solo para la buena enseñanza, sino, para la construcción de una mejor sociedad.

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